Marisol Collado Mirabal
Portavoz de Nueva Canarias en la Corporación Municipal de Arucas
Dice Alberto Cortés que lo que amamos lo consideramos nuestra propiedad. La Iglesia de San Juan Bautista de Arucas, la “Catedral” de Arucas, es nuestra Iglesia, de los y las aruquenses de toda la vida, de las y los recién llegados, y de los y las que, como yo, vinimos a trabajar y nos quedamos a vivir, prendados y prendidos de su sombra que, como a la sombra del Nublo, queremos vivir, amar y morir todas las personas que queremos a esta tierra y su gente.
Dice Alberto Cortés que lo que amamos lo consideramos nuestra propiedad. La Iglesia de San Juan Bautista de Arucas, la “Catedral” de Arucas, es nuestra Iglesia, de los y las aruquenses de toda la vida, de las y los recién llegados, y de los y las que, como yo, vinimos a trabajar y nos quedamos a vivir, prendados y prendidos de su sombra que, como a la sombra del Nublo, queremos vivir, amar y morir todas las personas que queremos a esta tierra y su gente.
La sombra de este nuestro templo es más que alargada. Su sombra es profunda, es intensa, llena los rincones de una ciudad que, por centenaria, acumula tantas vivencias que de sus piedras brota la sangre, el sudor y las lágrimas de cada acontecimiento humano, individual y colectivo de cuantos nuestra Iglesia ha sido testigo, creo, ni sordo ni mudo.
Nuestra Iglesia en un templo cristiano donde han celebrado sus momentos vitales más importantes creyentes y no creyentes: el nacimiento a la vida, la muerte, la fe y la utopía, la esperanza y el amor. Nuestra Iglesia fue fruto de un sueño colectivo que se hizo realidad con manos recias de artistas de la piedra. Nuestra Iglesia la levantó el alma de un pueblo que creyó en sí mismo, la elevó hasta el infinito, la impulsó más allá de su presente, trascendió la propia gente que la soñó. Nuestra Iglesia es un elemento que nos une a través de cien años y nos identifica. Somos de donde la Catedral, somos de Arucas.
Hoy cumple cien años su primera piedra, es imprescindible que el alma de nuestro pueblo vuelva a creer en sí misma, vuelva a levantarse, vuelva a unirse, vuelva a enorgullecerse de la piedra, del labrante, del tesón de un pueblo, de una idea de futuro, de una aspiración centenaria. Que siga siendo nuestra la Iglesia, que sea nuestro el espíritu que la inspiró. El espíritu de los hombres y sus nombres y el espíritu de las mujeres anónimas que la amaron y admiraron haciéndola la realidad que hoy amamos y admiramos los hombres y las mujeres del siglo XXI… las personas con sus nombres y las personas anónimas.
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